La bruja de cerco

El término es una traducción de la palabra anglosajona moderna “hedge witch” que probablemente se deriva del vocablo sajón que designaba a las brujas “haegtessa” (jinete del cerco). También se les conoce como viajeras nocturnas, jinetes de bastón, caminantes en el viento o brujas en el aire.

Las brujas de cerco práctican un tipo de brujería tradicional que se encuentra muy cercano al chamanismo: comparten el amplio conocimiento herbolario, técnicas de meditación, adivinación o de sanación natural, al igual que la reverencia, la comprensión y el amor profundos por la naturaleza.

Las brujas de cerco suelen compartir sus conocimientos y prácticas sólo con sus más cercanos. No centran sus actividades en aspectos ceremoniales , no acostumbran realizar trabajos mágicos con gran formalidad, sino que optan por prácticas más simples de magia natural, dados por su libertad, su espontaneidad y el sentimiento del momento.

Una característica que define por excelencia a las brujas de cerco es que siguen su instinto, así que no hay una única visión de la tradición. No siguen los preceptos de una religión organizada. Su tradición es transferida oralmente por la familia (de sangre o de acogida) y perfeccionada por la experiencia propia y la investigación. Cada bruja se relaciona con la vida, la naturaleza, la divinidad y la creación sin seguir un canon determinado, es decir, de forma distinta a la de otros. Asimismo cultiva su espiritualidad y establece su código de ética personal. Esta ética suele basarse en la idea de únicamente “hacer o tomar lo que se necesita” y “conocerse a sí mismo”. Dada tal característica, la práctica espiritual diaria de una bruja de cerco se adaptará a sus habilidades individuales, intereses y estilo de vida.

Otro aspecto distintivo es su concepción de la magia: para una bruja del cerco la magia es parte de la vida siempre; no sólo se trata de hechizos, rituales y pociones realizados en una fecha determinada. La magia está en cada una de las pequeñas cosas de la vida, en la belleza existente en cada aspecto de los mundos.

En su quehacer, no utilizan herramientas sofisticadas (buscan en éstas sólo la practicidad y utilidad). Por lo que es común que sean fabricadas a mano por las brujas mismas o heredadas de sus parientes o «maestras». Son brujas que trabajan con lo más básico como una manera de retornar a las raíces esenciales de la brujería. Para ellas, es importante no distraerse en aspectos decorativos y, por causa de ello, olvidar lo que simbólicamente representan esos objetos. Además, piensan que una herramienta más sencilla permite conectar mejor con las fuerzas de la naturaleza.

Generalmente, una bruja de cerco realiza su trabajo mágico en lugares silvestres o rurales. Aunque no es un requisito que vivan cerca del bosque, en granjas o áreas similares. Buscan que su tradición sea funcional y adaptable a sus necesidades, por lo que concilian bien las viejas costumbres con las de la vida moderna. En todo caso, lo importante para ellos es acudir a la naturaleza cuando sientan que es propicio o necesiten recolectar hierbas, flores o rocas. Al hacer sus rituales, no suelen trazar el círculo pues consideran que todo lugar es un templo sagrado y no es necesario crear espacios de protección adicionales.

Las brujas de cerco son realmente respetadas por sus comunidades. Desde las fronteras de las poblaciones, suelen ayudar a sus vecinos como curanderas, parteras, chamanas o sacerdotisas que bendicen los campos y el ganado. Ofrecen remedios para males físicos y espirituales, hechizos de protección y amuletos. Incluso, algunas de ells, también venden pequeñas maldiciones. Por ello, despiertan cierto temor o suspicacia.

El tema de las maldiciones y otro tipo de magia oscura es delicado en cualquier sendero. Igualmente en la brujería del cerco. Algunos de sus cultivadores ven en los actos de bendecir y maldecir una relación con el equilibrio o como un método extremo para generar cambios: a veces un aparente daño conduce a la sanación. Sin embargo, el uso de maldiciones no es indiscriminado: se requiere de profunda reflexión y un examen ético de las circunstancias. De ninguna manera significa causar mal por mero placer. Y eso lo sabe la propia bruja.

Las brujas del cerco son llamadas de este modo ya que viven sobre la frontera que separa los mundos. En el pasado, las poblaciones rurales tenían cercos de setos que marcaban los límites por donde era seguro transitar. El concepto de seto/cerco en un sentido espiritual/mágico deviene de tradiciones europeas, (especialmente británicas). Antes, los setos o cercos eran cultivados con muchos cuidados porque representaban la protección del hogar/comunidad y un refugio ante lo desconocido. Las brujas que siguen el sendero basan su práctica en el folclore y las tradiciones de los celtas o pueblos nórdicos.

Las brujas transgredían el límite impuesto por el seto, a diferencia de la mayoría de la gente que no se iba lejos de su tierra natal por temor a sufrir un ataque de animales salvajes, o bien, extraviarse en el bosque. En esa época, era sumamente peligroso aventurarse más allá de la cerca, la cual se convirtió en una metáfora de la frontera entre los diferentes planos; entre lo civilizado y la naturaleza indomable, desconocida y temible. Sin embargo, la bruja del cerco podía viajar entre esos mundos, sin problema, para ir en busca de sabiduría, consejo, instrucción o inspiración. De hecho, el corazón de su trabajo es cruzar el umbral y completar el viaje hacia el Otro mundo. Es una habilidad que consideran innata en ellas, pero requiere a la vez dedicación y experiencia.

Al conocer técnicas chamánicas (como el empleo de tambores y ungüentos, o la meditación), las brujas del cerco se inducen estados alterados de conciencia que les permiten colocar un pie en este mundo y otro en el lado contrario. De ahí que se les llame también andadoras de los mundos. Las más experimentadas son capaces de encontrar los “lugares finos” (llamados en gaélico “caol ait”): puntos en los que sutilmente se unen ambos mundos, además de que pueden abrir puertas de acceso, sin necesidad de esperar la llegada de algún sabbath.

La bruja del cerco se encuentra en contacto con la luz y las sombras, la vida y la muerte, la realidad y el sueño, el espacio humano y el de los espíritus. Se puede interpretar entonces que buscan el equilibrio y su cosmovisión de las cosas no se reduce a dos polos, a un maniqueismo. Tal vez por esa causa, se dice que prefieren los puntos grises de la vida. No niegan o rechazan el aspecto oscuro del ser humano, sino que lo enfrentan y trabajan con él a fin de transmutarlo en energía luminosa.

Las brujas del cerco coinciden éticamente al menos en las siguientes pautas:

1) El conocimiento de uno mismo.

2) La responsabilidad por uno mismo y las propias acciones, palabras, pensamientos y sentimientos.

3) La aceptación de las consecuencias que existen en todo acto.

4) La pertenencia a la naturaleza.

5) El respeto por las lecciones y la historia de los ancestros.

6) La búsqueda de la verdad.

7) La aceptación de que todo tiene su complemento (no puede haber luz sin oscuridad, y viceversa).

8) La necesidad por conocer de todo y así formar su propia concepción de las cosas o elegir la forma de trabajar la magia.

9) La necesidad de lo práctico.

Una bruja de cerco trabaja con los espíritus de la tierra, con los astros, con sus ancestros y las almas de los difuntos. Establece una relación especial con ellos, una relación de colaboración y compañerismo. En el caso de los muertos, los guía para finiquitar sus asuntos mundanos y alcanzar la paz. Y ayuda a quien se lo pida a establecer una conexión con los espíritus.

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